El Estado actual ya no es lo que era en el pasado. Su resignificación, en respuesta a los desafíos de nuestro tiempo, exige revisar el contenido de las instituciones y el modo en que son representadas. Dos interrogantes interpelan al observador: ¿estarán dadas las bases para intentar mejorar la idoneidad profesional de quienes nos gobiernan? ¿Los programas de capacitación contemplan los conocimientos de anticipación requeridos para el tratamiento de los problemas de la sociedad?
La ciencia política aplicada, que actualmente se investiga en el Conicet, es el nuevo paradigma de una futura escuela de gobierno: en primer lugar, destinado a generar conocimientos de anticipación en materia de política, gobierno, Estado; en segundo lugar, tendiente a transferir esos conocimientos a saberes en condiciones de aplicación.
¿Qué opinión merece a los estudiosos y especialistas la nueva iniciativa académica? “Un proyecto educativo en ciencia del Estado debe dar vida a una escuela de gobierno por ser la plataforma maestra ofrecida con la anticipación que otras iniciativas asumirán en un futuro incierto que no podemos dejar de presentir”. Esto lo dice Gianfranco Pasquino, referente a nivel internacional y profesor emérito de la Johns Hopkins University, quien frecuentemente nos visita.
El exdirector de la Escuela Superior de Gobierno del INAP Gonzalo Straface nos alerta sobre el saber político “libresco”, teórico, sin conexión con la realidad e inconducente para mejorar el sistema que nos gobierna. ¿Es este un diagnóstico objetivo? El actual legislador de la ciudad de Buenos Aires afirma que una escuela de gobierno “debe promover el fortalecimiento de los servidores públicos a través de programas diseñados bajo los más altos estándares de calidad…”, impulsando una nueva cultura de lo público que “apunte a un cambio organizacional y ético de sus agentes”.
Al plantear la enseñanza de contenidos en ciencia del Estado, el académico Alfonso Santiago avala su opinión con la experiencia adquirida en su conducción de la Escuela de Gobierno de la Universidad Austral. Con la precisión de quien apunta al blanco nos dice que “la calidad de gestión en la función pública se valora por la capacidad de resolver problemas”. Y agrega que “la enseñanza y el aprendizaje basado s en ?nudos problemáticos’ alcanzan estatus científico, que es de aplicación necesaria cuando se trata de abordar los conocimientos en contextos de incertidumbre”.
¿Cómo es recibida en la academia la nueva ciencia política aplicada? Carlos Salvadores de Arzuaga, flamante rector de la Universidad del Salvador, nos da una respuesta precursora. En la centenaria historia de los estudios políticos, “la USAL, pionera en la disciplina, está dando curso a una inédita Escuela de Gobierno, que al ser teórica en los medios y práctica en los fines queda habilitada para forjar el pensamiento estratégico reclamado ante la crisis de valores que gana espacio en el país, la región, el mundo”.
Por el crédito que merecen las opiniones recibidas, conjeturamos que la ciencia política aplicada es la disciplina de vanguardia para estudiar al Estado del futuro, que ya es el del presente.
Cabe esperar que la nueva iniciativa, que transita por su actual etapa de diseño, sea retenida como una adquisición definitiva y un aporte válido para el país en este difícil momento de su historia.