La discusión sobre el papel que desempeña el presidente de la Nación como titular de un poder ejecutivo unipersonal cobra actualidad como cuestión problemática que trasciende el interés de los especialistas y reclama la atención de los ciudadanos. Un eje central del problema apunta a la relación institucional del presidente con sus ministros, planteando la confrontación conceptual entre el perfil actual de un Poder Ejecutivo concentrado en un solo individuo y la figura eventual de un presidente que comparte la responsabilidad política con sus ministros. Aunque la ríspida cuestión tiene importantes implicancias, poco se sabe sobre las causas de un fenómeno cuyas rémoras, contradicciones y rupturas ensombrecen el horizonte político y comprometen la vida institucional.
El dato que define el problema suele asociarse a la experiencia vivida en la Argentina actual sometida a la sobrecarga de las demandas y atemorizada por el fantasma del desgobierno. En ese complejísimo escenario es común representar a la máxima autoridad ejecutiva como la figura solitaria que despliega una actividad mayor a la humanamente soportable, cargando en sus espaldas todo el peso de la responsabilidad política y conduciendo a sus hombres por caminos sembrados de escollos y tropiezos. La captación de ese estilo de gestión cobra fuerza en el imaginario social de nuestros días, toda vez que la institución gobierno corporizada en la presidencia es observada por sectores encumbrados cuyas alabanzas o censuras exaltan su autoridad o cuestionan su vigencia. Sin embargo, nada autoriza a afirmar que los presidentes de nuestros días sean los inventores de ese régimen político marcado a fuego por la fuerte concentración del mando. La literatura histórica de varias generaciones de estudiosos nos revela que ese estilo de gobierno hiperpresidencialista tendría raíces profundas y connotaciones estructurales que reaparecerían una y otra vez con rostros nuevos y modalidades diferentes.
Como objetivo general del estudio nos hemos propuesto analizar aspectos relevantes de la relación entre el presidente y sus ministros, en el marco de las investigaciones de mayor alcance centradas en el presidente argentino del siglo XX. En ese marco, procuramos identificar el hiperpresidencialismo portador de una hegemonía inestable de fuerte impacto institucional, aplicándolo a los actores que se desempeñaron en el complejo siglo XX, a fin de extraer regularidades y proyectar tendencias válidas para los gobiernos de nuestro tiempo.
Para intentar probar la conjetura prestamos atención a dos grandes objetivos endógenos, esto es, constitutivos específicos de la indagación institucional. En primer lugar intentamos explorar las constantes estructurales que vertebran el régimen político en vigencia y el papel desempeñado por cada uno de los actores. En segundo lugar procuramos indagar en las variables funcionales que caracterizan la actuación institucional de los protagonistas, singularizados por sus perfiles individuales, el momento histórico de actuación y los procesos políticos diferenciados.
Como un complemento necesario consideramos criterios y desideratas que responden a objetivos particulares exógenos, esto es, colaterales a la investigación, tales como ofrecer un corpus sistematizado de contenidos teóricos con fines académicos; así como atender a la reingeniería institucional necesaria para una eventual normalización del instituto presidencial.
La definición de los objetivos y la caracterización del universo de análisis fueron determinantes para la identificación de las constantes estructurales y de las variables funcionales introducidas en el diseño analítico tendiente a dar cuenta de una visión descriptiva de la realidad sometida a estudio. Tanto las primeras -menos variables y más constantes- como las segundas -más variables y menos constantes- sirvieron para constatar cómo el perfil del principal ocupante del poder estaba asociado a una conducción hegemónica de fuerte impacto institucional. Entre las categorías estructurales a nivel de formalización discursiva –jurídico-ideológica- , seleccionamos los referentes constitucionales que operaron como condiciones permanentes de las distintas modalidades de actuación. Entre las categorías funcionales a nivel de actuación conductual –histórico-cultural- nos detuvimos en los comportamientos como reflejo de valores culturales que reforzaban las condiciones de formalización y expresaban las tendencias de la época.
Debemos advertir que las categorías estructurales a nivel de formalización y las categorías funcionales a nivel de actuación, presentadas aquí en forma separada y yuxtapuesta para su mejor abordaje y comprensión, fueron aplicadas sin solución de continuidad y expuestas en un mismo texto por corresponder ambas a una misma unidad de intelección.
Tras la observación del instituto ministerial tal cual es, no nos pareció que debíamos renunciar a mejorarlo, contando para ello con un conocimiento de intervención dirigido a proponer orientaciones prospectivas en sus dos dimensiones: la teórica de los académicos y la aplicada de los prácticos. Valiéndonos de la actualidad de los clásicos, consideramos que la investigación científica no merecería recibir tan honrosa designación si sólo hubiera de tener un exclusivo interés especulativo cultivado en sede académica bajo el influjo del “saber por el saber mismo”. Si la ciencia separa con cuidado los problemas teóricos de los prácticos no es para abandonar estos últimos a su propia suerte sino para ponerlos en estado de aplicación a través de una mejor resolución. Pero nos apresuramos en señalar que ese conocimiento de intervención tenía que ser científico, esto es, extraído de la observación de la realidad y siempre a partir de los hechos mismos.
Con esta clase de aportes pretendíamos abrir paso a la rehabilitación de la República, considerada hasta ahora como la forma de gobierno más efectiva para acompañar un movimiento de avance suave hacia el futuro.
Al estar en presencia de una investigación completa que sólo espera su publicación, estamos en condiciones de anunciar las constataciones alcanzadas y de extraer las conclusiones logradas, para dar curso a las perspectivas abiertas tanto en la investigación científica como en la ingeniería institucional. Digamos entonces que tras reunir suficiente evidencia empírica queda confirmada la impronta hiperpresidencialista en dimensiones centrales del instituto ministerial, que van desde el reclutamiento y designación hasta la renuncia y remoción, pasando por importantes componentes de su compleja organización.
Al colocar en primer plano esta relación de gran calibre entre el presidente y sus ministros no quisiera dar la impresión de ser el ingenuo recuperador de una práctica inalterable, como si la normalización de las instituciones tuviera que ser la resultantes ciega de un modelo experimentado y bien probado. Si considero, en cambio, que un mejor conocimiento de la impronta hiperpresidencialista que marcó desde siempre a los gobernantes argentinos, debería ser un tránsito obligado para quienes dedican sus esfuerzos a la puesta al día de las instituciones.
* Selección de textos. Anticipo del libro de Alberto Castells, Reyes con el nombre de presidentes”, de próxima publicación.